

Mediados de enero, se acaba la recogida de la aceituna y llega el tiempo de limpiar los olivos, librarlos de los chupones y prepararlos para que el año que viene sean más productivos. Los olivares se llenan de ramas y ramajos cuyo destino serán las llamas. Aunque en su mayoría serán aprovechados para quemarlos la noche del 21 de enero, la víspera de San Vicente Mártir y con sus rescoldos “mascarrar” con un tapón de corcho a todo aquel que se acerque a curiosear.